Conocí el trabajo del coreógrafo Víctor Ruiz hace una década y desde entonces he admirado su capacidad para producir, a través del cuerpo, imágenes, atmósferas y momentos de gran carácter poético. A principios de marzo presentó el programa “Escribir con el cuerpo”, el pretexto perfecto para platicar con este referente de la danza contemporánea en México sobre su relación con la literatura.
El maestro Ruiz destaca que a los 14 años tuvo una experiencia definitiva: la lectura de la novela “Confesiones de una máscara”, del japonés Yukio Mishima, una especie de revelación de la literatura como un vehículo excepcional para entrar en contacto con las potencias esenciales de su vida.

“Yo leí eso y ocurrió una especie de ‘explosión demográfica’ en mi cabeza, me detonó muchísimas cosas porque no solamente me atrajo la vida de este personaje como tal, me sentí muy identificado en todos los sentidos: desde su niñez, pasando por todos los procesos de cómo enfrentó su propia homosexualidad inclusive, fíjate hasta dónde llegaba la influencia de ese libro que, al salir de la secundaria, quería meterme al Colegio Militar. Fui al colegio militar a pedir informes, me acompañó un amigo, porque yo quería ser militar, ¡a ese grado! Imagínate cómo influye la literatura en la mente de una persona. Es brutal, sobre todo cuando apenas estás en tu formación. La influencia es definitiva”.
Poco tiempo después la monotonía de las clases en el Colegio de Ciencias y Humanidades, Plantel Sur, se rompería gracias al descubrimiento de una forma de lectura basada en la libertad y en la confianza en su individualidad, un método que se ha mantenido como un pilar en su desarrollo personal y creativo.
“Por fortuna mi maestra de literatura era extraordinaria y fue la única maestra de todo del CCH que le dio sentido a mi vida. Hasta ahora me doy cuenta de que tenía esta cuestión de la poética de la enseñanza y sus clases, más que clases, eran para compartir lecturas y compartirlas desde otro lugar que no era la obligación. De pronto decía, ¿Qué imaginaron, qué pensaron, qué les movió? Fue muy bonito entender la lectura a partir de qué es lo que te provoca y de cuál es tu visión. Me podía perder todas las demás, pero la clase de literatura no; me hizo amar la lectura y eso me dio este camino, sin todavía ser coreógrafo ni nada, de poder imaginar cuando estaba leyendo, poder pensar, poder sentir”.
Palabras en movimiento
Al poco tiempo Víctor Ruiz descubre que el cuerpo y el movimiento son sus principales vehículos de expresión, pero sus experiencias literarias dejaron una poderosa impronta que florecería a principios de los años 90, un momento en el que él y Claudia Lavista formaban parte de la prestigiosa compañía DanzaHoy, de Venezuela: la creación de una pieza fundacional para uno de sus más importantes proyectos de vida, la compañía Delfos Danza Contemporánea.
“Un día llegó un bailarín invitado, también mexicano, y nos dijo, ¿ya conocen a Sabines? No lo conocíamos, y nos dejó esta recopilación de poemas. Nuestra amiga Janeth Berrettini tomó el texto de ‘Los amorosos’ e hizo toda una exposición de pintura en relación con el poema. Ni Claudia ni yo habíamos hecho una coreografía. No habíamos hecho coreografías ni siquiera juntos, nada, y cuando leímos el poema dijimos: ¡No mames, está buenísimo! Además, la exposición se iba a llamar ‘Los amorosos’, y bueno, ahí empezó: hicimos una traducción real del poema, fue una cuestión performática y le regalamos esa coreografía a nuestra amiga Janeth en su exposición y fue muy bonito, el primer trabajo de Delfos estuvo basado en un texto de Jaime Sabines y eso detonó muchas cosas: era el texto, era la plástica -el cuerpo nos lo pintaba Janeth para hacer una pintura viviente- y además el discurso coreográfico. No sabíamos realmente qué era, porque no entendíamos qué sucedía con esta cuestión del lenguaje sino que fue toda una investigación y ese trabajo detonó toda la plástica, la estética y, sobre todo, el universo de Delfos, y eso nos marcó”.

Desde entonces, la literatura se convirtió en un territorio esencial para su creación coreográfica, un universo plagado de posibilidades.
“Un libro es una herramienta muy exacta, cuando tienes que crear una obra desde cero es más complicado, el texto es una guía y lo único que haces es traducirlo a la escena del cuerpo. Pero también puede convertirse en un pretexto, por ejemplo, con “Anatomía sobre el amor”, basado en “Muerte sin fin”, de José Gorostiza, leí el poema y me planteé: esto tiene que ver con las creencias, con la religión, con lo pagano, con la vida y allí empezamos a hacer un guion junto a Nashieli Buelna, y empezó a salir esta historia de cómo vemos a la mujer, desde qué ángulo, y todo eso mezclado con algunas cosas religiosas, ritos paganos y todo este tipo de historias dio pie a algo nuevo y me es muy divertido hacerlo, más que meterme en apuros, me divierte”.
Diálogos para una nueva voz
Gilberto Owen, William Shakespeare, Gabriel García Márquez, Yukio Mishima han sido algunos de los autores con los que Víctor Ruiz ha sostenido diálogos que parten de necesidades que, al explorarlas, le permiten conocerse y agudizan su visión artística.
“Hace tiempo hice una pieza, es una de las obras más importantes que tengo, “M. Babilonia” que tiene que ver con ‘Mauricio Babilonia’, de ‘Cien años de soledad’. De alguna manera es un personaje que cuando leí ese libro me conmovió muchísimo, me atrajo mucho la cuestión del realismo mágico y lo vinculé con el proceso de muerte de mi hermano, el proceso de muerte de varias parejas que murieron de VIH y me pregunté: ¿cómo puedo vincular a este personaje que tanto añoro con mi vida? ¿Cómo lo toco? Y ha sido una de las obras más importantes en mi vida, he tenido las mejores críticas en la historia de mi trabajo coreográfico y creo que fue muy acertada la manera de traducirlo. La escena ocurre de esta manera:
Un personaje agoniza.
Estoy cuidándolo, hasta el final.
Llegan dos personajes de otro universo y lo despojan de sus ropas, lo vuelven ligero.
Llevan su cuerpo desnudo al umbra,
al recinto de las mariposas amarillas.
“La contundencia de la imagen hizo que el texto dejara de ser una novela y se convirtiera en un poema y es muy bella esa transformación: te das cuenta de que puedes tomar escenas muy específicas de un libro para traducirlas en poemas visuales”.

Este vaivén de palabras, imágenes y movimiento crean un proceso orgánico de gran vitalidad que depende de la luz, de sonidos y música, de conceptos de otras disciplinas que, a través de los años, han permitido que el maestro Ruiz forje un método de trabajo que si bien se basa en la disciplina, el esfuerzo y el conocimiento, también depende de la humildad.
“Siempre parto de ahí: ‘mi idea no es brillante, voy a ver cómo me puedo contaminar y cómo puedo hacer para que otras áreas me contaminen para crear algo nuevo’. De ahí parto, de ver cómo las cosas se unen, de cómo tú te dejas influenciar y aceptas que tus ideas no son brillantes. Es muy satisfactorio cuando no te casas con tu idea ni tienes que hacerlo como lo planeaste la primera vez; estar abierto a ver cómo la obra te está hablando y te va diciendo por dónde ir”.
Letras, enseñanza y danza
Cerrando el círculo, la enseñanza ha sido otro camino en el que, por más de dos décadas, Víctor Ruiz ha transmitido su convicción de que la literatura es una disciplina esencial para la formación de cualquier artista, una herramienta que ayuda a extraer lo mejor de cada alumno.
“Tiene que haber una forma de enseñarla, una forma de hacer que una persona que esté en formación ame leer y que ame leer no por la información, sino por todo lo que puede descubrir. Yo, por ejemplo, la palabra tarea la eliminé de mis clases: a mis alumnos les hablo de que en un proceso creativo no estamos haciendo tarea: se trata de una cuestión completamente personal; preguntarse qué artista quieres ser y cuál va a ser tu voz y para hacer esto necesitas tener mucha información. Para ser un creador o un bailarín ejecutante necesitas mucha información, porque a partir de eso vas a tener un universo mucho más rico. Creo que la lectura, y todo lo que te nutra, se tiene que convertir en una necesidad… vital. Le digo a mis alumnos: ‘Si ustedes no leen su universo es muy pequeño, ¿De dónde se van a agarrar? ¿De Instagram, de Facebook?’ Esos son procesos totalmente digeridos en donde repites algo que todo mundo ya ha hecho. Siempre les digo que un libro no se escribe en una semana, hacer un libro tarda años. ¿Cómo van a hacer una coreografía que les sale en una semana? Los bailarines deben de pensar que su proceso creativo es tan importante como escribir un libro”.

Víctor Ruiz. Bailarín, coreógrafo, docente e iluminador. Su obra coreográfica ha sido presentada en escenarios de América Latina, Estados Unidos, Canadá, Europa, Asia y Medio Oriente y le ha valido galardones como el Premio Nacional de Danza (1992 y 1993) y el Premio al Mejor diseño iluminación. Como bailarín participó en más de 70 piezas de coreógrafos nacionales y extranjeros.
Ha recibido diversos apoyos del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, entre ellos: Beca Joven Creador, Beca de Intérprete, Beca del Sistema Nacional de Creadores de Arte (en tres emisiones) y recientemente la Beca Creador Escénico con Trayectoria Destacada. Es cofundador y codirector artístico de Delfos Danza Contemporánea y de la Escuela Profesional de Danza de Mazatlán.
Fotografías: Mandaladanza.com//Periódico Noroeste/Delfosdanza.org/Cultura Mazatlán/Danzamasnorte.com