Un pionero del amor libre

Víctor Manuel Hernández es el fundador de Pepe Toro y Vitrolas, dos lugares icónicos para el desarrollo de la diversidad sexual en Mazatlán. Desde el retiro, el empresario echa una mirada hacia atrás y comparte sus luchas, éxitos y sus ideas sobre el Mazatlán del presente. 

“Soy del 53. Me tocó vivir la Matanza de Tlatelolco…. Vengo de tiempos represivos, en todos los sentidos, no sólo en términos de identidad sexual. En esos tiempos la represión era tremenda, el poder era el poder y no había nada más. En ese sentido cuando llegué a Mazatlán vi una oportunidad. Llegué en 1979, trabajé durante 10 años en la industria restaurantera y conocía a casi todas las personas del ramo, tenía un conocimiento amplio de restaurantes y bares, incluso llegué a ser gerente de la Cámara de restaurantes y ahí iniciaron mis inquietudes, me dije: Sí, hay muchos restaurantes y muchos bares, pero no hay nada para nosotros. No se hablaba de lo gay y, se veía mal”.

“Pero fíjate que hay una característica de Mazatlán que yo destaco: la gente aquí es un poco más relajada que en otras partes del estado y del país, los mazatlecos son más abiertos. Quizás se deba a su naturaleza de puerto y por eso también me animé: sentí que era el momento preciso, era el tiempo ideal. Yo soy un comerciante por naturaleza, por mi familia, y vi una oportunidad porque me sentía identificado con esa necesidad, un lugar de reunión para la comunidad, un lugar para convivir, para conocernos”.

Fueron diez años los que el empresario originario de San Luis Potosí empleó en concretar esa idea y Pepe Toro se abrió oficialmente en 1989 en la Zona Dorada, el corazón turístico del puerto, donde hasta la fecha permanece.

“El nombre nació de la necesidad de utilizar palabras en español que fueran fáciles de pronunciar para los extranjeros. Un día estaban pasando por televisión de la película de Nosotros los pobres y tomé el nombre del personaje de Pedro Infante, sin el artículo. Después el nombre adquirió otro sentido: un juego de significados sobre un prototipo del macho mexicano”.

Sin embargo, en sus inicios el lugar era un restaurante de comida mexicana muy frecuentado por turistas de Canadá y Estados Unido. Durante los fines de semana Víctor y un grupo de amigos convivían en las mesas de afuera en donde tenían que soportar miradas reprobatorias y burlas de algunos transeúntes. 

“Mis amigos me decían: ‘¿Por qué no abres en la parte de atrás un espacio, así como un barecito para que la gente no nos vea como animales raros?’ El 20 junio 1992 se realizó la inauguración del bar, por invitación, para gente del ambiente. Tuve problemas con la autoridad, pero no con la sociedad, la sociedad lo aceptó muy bien, se entendía que hacían falta negocios así. Como te digo, al principio nos reuníamos mis amigos y yo, ellos mismos me dieron la idea, era gente de la alta sociedad mazatleca. El último trabajo que tuve fue en el restaurante ‘Señor Pepper’, un restaurante icónico de aquella época, iba gente de alto nivel económico: artistas, políticos, gente famosa de aquellos tiempos y a través de mi trabajo conocí a esta gente, eran los que me respaldaban, por eso me sentí seguro y me dije, ‘me voy a animar con algo que sé que va a ser difícil y controversial, pero tengo el respaldo de mucha gente que me conoce’.

Víctor Manuel Hernández (segundo de derecha a izquierda) fundador de “Pepe Toro” y “Vitrolas”.

A: ¿Había miedos de tu parte al iniciar este proyecto?

“Claro que tenía mis miedos: el rechazo hacia mi negocio, que toda la gente que había conocido en mis trabajos de pronto dijera, ‘¡cómo es posible, te conozco de años y mira lo que viniste a hacer!’ Y sucedió lo contrario. Cuando la gente se enteró del negocio, todo tipo de gente, inclusive políticos, me felicitaban: ¡qué bueno que te animaste, Mazatlán necesita lugares como éste para la diversidad, para los turistas!’, me daban el espaldarazo y sentí que hice lo correcto”.

Pero más allá de la oportunidad comercial, Hernández detectó otros vacíos, vacíos de carácter humano en muchas personas que no encontraban espacios para vivir y expresar plenamente su sexualidad.

“Había gente que se sentía muy sola y a mucha gente le causaba miedo el rechazo y esto obligaba a tener lugares que fueran para gente igual, de allí viene el lema ‘El lugar ideal para gente igual’, eso te hace entenderlo todo. Era un lugar inclusivo, no discriminatorio y cuando recién abrí creó mucha curiosidad entre la gente heterosexual, mucha gente quería llegar a agredir, a burlarse y quienes no eran gais iban en ese plan y desde un principio me tocó defender mi negocio y a la comunidad. Decirles que no eran bienvenidos si iban a agredirnos. Creo que se sentían inseguros u ofendidos al ver a tanta gente gay. Lo mismo sucedía si alguien les tiraba el perro, pero, si es un lugar así, ¿para qué vas? ¿Qué descubrí con eso? Descubrí que había más homosexuales de los que pensaba (risas)”.

En poco tiempo, las expectativas sobre el impacto que Pepe Toro tendría fueron rebasadas y de un lugar reservado a la comunidad gay pasó a convertirse en uno de los centros nocturnos más vibrantes de la ciudad.

“Se hizo tan famoso que a los heterosexuales les encantaba ir. Fue algo con lo que batallé y con el paso del tiempo la gente aprendió que tenía que respetar, se cultivó más, entendieron y dijeron: ‘vamos a ir porque hay muy buena música, muy buen ambiente y tenemos derecho a disfrutar’. Se dice, dentro de la comunidad, que siempre los heterosexuales arruinan los lugares gay (risas) porque son los que tienen la mejor música, el mejor ambiente, porque la gente gay es muy alegre, muy divertida, más desinhibida, sobre todo cuando están en su ambiente y hay mucha diversión. Los heterosexuales iban, veían que había mucha diversión y ellos mismos entraban en sintonía, pero tuvieron que entender que había que respetar, eso era básico”.

A: ¿Cómo se logró?

“A mí me costó: sacar gente del lugar, regresarles el dinero de la entrada, regresarles lo del consumo de bebidas y decirles ‘Aquí no eres bienvenido. De preferencia no vengas más porque no te vamos a dejar entrar’. ¿Si hubo situaciones violentas? Sí, tuvimos que batallar con eso y entrábamos todos al quite: empleados, gente de la puerta, en ocasiones tuvimos que hablarle a la policía. Yo le atribuyo todo eso al machismo; quizá la gente se sentía herida, se dice que es la homosexualidad reprimida de mucha gente, y cuando no puedes resolverla, agredes. Tal vez eso era, gente que tenía problemas muy fuertes de aceptación iban y querían agredir a quienes sí podían aceptarse”.

Si en las puertas de “El Pepe” había problemas, el impacto social del lugar generó conflictos mucho mayores que llevaron a Víctor Hernández a refrendar los peligros que la ignorancia y la intolerancia pueden despertar.

“Viví de todo, sobre todo, de algunas autoridades: el rechazo y la homofobia, contextualizadas, ya sabes, los políticos siempre defendiendo sus causas y sus ideas. Tuve que luchar contra eso, eran años en los que no era fácil tener un negocio abiertamente gay, yo no andaba escondiéndome de nada, ni pretendiendo nada. Hubo quienes me tiraron hasta por debajo de la lengua, gente que me dijo hasta de lo que me iba a morir, que me iba a ir al infierno, ya sabes, las cosas que se usaban para denigrar a otras personas. Pero tuve el valor y la fuerza para salir adelante de todo eso. Inclusive del mismo gobierno me llegaron escritos anónimos, amenazándome con cerrar el negocio: que era lo peor, la perdición, que cómo era posible que ese negocio estuviera en la Zona Dorada; argumentos morales y religiosos y, hasta cierto punto, políticos, pero de una vieja guardia, de una política retrógrada. Creo que los políticos deben ser más visionarios y abiertos a los cambios para estar pendientes de las necesidades de la población ya que la población no sólo es heterosexual, somos todos”.

Por si fuera poco, a mediados de los 90, los años de crecimiento y arraigo de Pepe Toro, la mal llamada “plaga gay”, el SIDA, cobraba la vida de 9 millones de personas en todo el mundo y esto recrudeció el rechazo de los sectores conservadores.

“Se vivió como ahorita con la pandemia, pero centrado en el ambiente gay. Al principio se suponía que el SIDA sólo afectaba a personas homosexuales, ya después se supo que no era así, pero primero nos estigmatizaron. Allí hubo un retroceso y la gente se retrajo: se abstenían de salir, se escondían y no se expresaban porque luego venía un ataque. Fue un estigma horrible y lo peor es que mucha gente murió. Con muchos de mis clientes fue algo así como: oye y fulano…murió, y zutano…murió. Fue como un tiempo de espera, porque cuando no se conocía nada sobre la enfermedad fue muy difícil y duro, los lugares comenzaron a mermar, la gente dejó de salir y era por el estigma, algo que no era cierto y por desconocimiento general pasó. Nos afectó unos dos o tres años, muy fuerte, afortunadamente salimos rápido de eso”.

Amor libre

Amante absoluto de la música, Víctor Hernández destaca que, sin lugar a duda, este fue un elemento vital para que Pepe Toro atrajera a toda clase de públicos.

“Antes de abrir mi negocio yo viajaba mucho y visitaba lugares para la comunidad gay. Yo ya traía la intención de abrir el lugar e iba a llenarme de ideas.  También tenía la suerte de tener amigos de muy buen nivel económico que viajaban mucho, no había nada de lo que hay ahora, todas las plataformas digitales de música. En aquellos tiempos era difícil porque se usaban vinilos, CD´S y mis amigos que iban a Europa o Estados Unidos me traían música. Yo en cuanto podía me iba a Ciudad de México o a Guadalajara, me iba de lunes a miércoles a buscar música. En muchos lugares sólo tocaban un tipo de música, la música que era tendencia en el momento. Pero, como te dije antes, yo soy melómano y creo que la música no tiene edad: hay música vieja y nueva, pero en esencia hay buena y mala música; yo escogí la buena, la que te hace sentir alegría, felicidad. Esa música buscaba para mi negocio: cumbias, electrónica, de todo, la música del momento y música que ya había pegado pero que te hacía mover, porque el lugar era para bailar. No puedo darte a detalle los nombres de grupos o discos, pero escogí una canción para cerrar el negocio cada noche, Amor libre, de Camilo Sesto. Ese tema habla del amor de un amigo, un amor sin barreras, un amor libre; era una canción romántica, muy melosa y la gente sabía que cuando se tocaba esa canción ya era la última, la tocábamos cinco minutos antes de cerrar. Esa canción se convirtió en un ícono, esa versión la cantaba Chayanne y la letra es muy de nosotros”.

Naturalmente, hubo eventos especiales que marcaron la historia de Pepe Toro, entre estos destacaron los concursos que agitaron las vísceras de algunos políticos y que, al mismo tiempo, crearon mayor furor en torno al lugar.

“Nosotros hacíamos concursos, la gente del ambiente es muy creativa. Yo hice el primer concurso de hombres vestidos de mujer: Nuestra Belleza México Gay, fue todo un reto porque en aquel momento estaba un presidente municipal completamente homofóbico que nos quería negar todos los permisos, bloquear el evento y tuve que enfrentarme a todo eso y retarlo. Habrá sido como en 95, 96, y el evento lo íbamos a hacer fuera del bar, porque era muy pequeño en ese momento, sabíamos que el evento iba a jalar mucha gente y rentamos un local, un centro de espectáculos porque queríamos hacerlo en grande, con mucha producción. Conseguimos todo, pero a la hora de tramitar los permisos se nos negaron, que porque el alcalde no permitía ese tipo de eventos, bueno, para algunos políticos, porque la gente quería ir y se quería divertir. Entonces yo ya no tenía salida y se me ocurrió, como siempre, una idea genial, fui con la secretaria del ayuntamiento y le dije: ‘Dígale al señor alcalde que si no me da el permiso mañana voy a estar aquí con todos los que van a participar, vestidos de mujer, y voy a invitar a la televisión, diarios y a toda la prensa para que se den cuenta de que están rechazado darme un permiso al que tengo derecho como ciudadano. Dígale eso nada más, y si no me quiere dar el permiso, mañana aquí nos vemos’. A las tres horas me hablaron: ‘venga por el permiso, nada más le encargo que no hagan desfiguros’. Tuve que sacar mi inteligencia, mi habilidad para negociar, es algo que aprendí, sobre todo con la gente intransigente que sólo juzga a partir de su moral”.

“Por otro lado, dentro de los concursos, a mí se me ocurrió que para los gais no se trata sólo de verse como hombre y luego verse bonito como mujer, entonces le agregué el talento: imitar a algún artista, cantar, algo que ellos hicieran de forma natural y que eso les diera más puntos para ganar el concurso. Agregar algo que la comunidad valorara más allá de la belleza”.

Finalmente, llegó otro concurso, uno que demostró las habilidades del empresario para generar más atención para su negocio.

“Mi primer evento con la comunidad heterosexual consistió en hacer un concurso de gimnasios, obviamente tenía una intención: que los que van a los gimnasios muy machotes y tienen buenos cuerpos se fuera a lucir allí con nosotros y para ese concurso me fui a todos los gimnasios a dejar una convocatoria en donde iba a haber muy buenos premios y ya sabes que a veces, como dice el dicho, con dinero baila el perro. Se escucha vulgar, pero si vas a ir a un concurso en donde hay dinero y puedes ganar entonces te animas y en aquellos tiempos todavía no era famoso el lugar, tenía que encontrar formas de darlo a conocer y ese concurso tuvo muy buena respuesta, fueron bastantes muchachos y de ahí los contraté para que fueran bailarines, también esa era mi tirada. Le tenía que buscar, buscar cómo mantener el negocio”.

A: Dices que el lugar prendió tanto que se convirtió en un referente de la vida nocturna mazatleca. Sin embargo, vendiste Pepe Toro y abriste Vitrolas, ¿qué sucedió?

“Mira, mis periodos han sido como de 10 años. Trabajé en los restaurantes 10 años y después abrí Pepe Toro. Estuve allí 10 años y después abrí Vitrolas, en el 2002, y lo que traté de hacer partió de esta idea: tengo Pepe Toro, es un concepto, pero como todo mundo los gais nos vamos haciendo viejos, entonces no va a durar para siempre, me voy a hacer viejo y mis clientes también. Entonces pensé en un negocio en donde todo fuera más tranquilo, en donde pudiéramos estar sin la euforia de ser jóvenes, de bailar y en vez de eso centrarse en convivir, tomar un trago, comer algo y al principio tuve problemas porque, al saber la gente que yo era el dueño, querían hacer lo mismo que en Pepe Toro y les decía que era otro concepto para la misma comunidad, pero con otra idea, no se puede hacer lo mismo en todos lados. En Pepe Toro la vorágine del lugar fue escalando más y más, y yo quería parar todo aquello y sentía que necesitaba un descanso y relajarme un poco, pensé en poder manejar un negocio más tranquilo cuando me retirara. Vitrolas fue un karaoke bar, le puse el nombre porque así me decía un amigo y además así se llamaban unos gramófonos de la RCA Víctor. Fue un lugar muy socorrido y como mucha gente en la comunidad se cree artista, no batallé mucho. Creo que el éxito en la vida es eso, ver las necesidades y satisfacerlas”.

A: Ahora, una vez que ha concluido el ciclo de ambos negocios, ¿a qué le atribuyes tus éxitos?

“Mira, yo le atribuyo el éxito a varios factores: primero, el que pega primero, pega dos veces. Por eso me pegó Vitrolas. En Mazatlán no había nada de esto, ni en Sinaloa, ni en todo el Noroeste de la república, yo fui el primero. De hecho hay un escrito en donde salgo mencionado, en la ciudad de México, en donde hablan acerca de la homosexualidad en la parte norte del país, y ahí me mencionan a mí. Entonces fui el primero, fui el único en ese tipo de negocios y aparte, la música; la música es parte esencial en este tipo de negocios y la convivencia que se creaba a través de la música. Esos fueron los ingredientes para que el lugar prendiera”.

En junio de este año, el matrimonio igualitario en Sinaloa se convirtió en una realidad y para Víctor Hernández este hecho representa un paso importante hacia un reconocimiento mucho más amplio de lo que la comunidad LGBT representa.

“Mira, estamos inmersos en todos lados, somos parte de las familias, a nosotros no nos hicieron aparte. Venimos de un papá, de una mamá. Tenemos hermanos, primos, tíos y eso es lo que uno trata de hacer entender a la gente: no somo minoría y no estamos enfermos ni apartados, es por lo que siempre se ha luchado en la comunidad, estar incluidos. Somos parte porque somos generadores de muchas cosas; la comunidad gay genera arte, cultura, belleza, música, política, ciencia y buscamos eso, que nos tomen en cuenta y nos respeten, no queremos privilegios. La gente gay no busca privilegios, buscamos derechos, ahora se lucha por el matrimonio y por tener los derechos que tienen los heterosexuales; un hombre y una mujer se casan y si el hombre fallece puede heredarle a su mujer y sin embargo, si dos hombres se casan ¿por qué no? Es una discriminación clara y eso es lo que se busca, otorgar seguridad social, beneficios, herencias, tener igualdad y derechos y la gente a veces no lo entiende por sus prejuicios. Como eres diferente debes estar aparte, yo digo que no. No tenemos por qué”.

En este sentido, Víctor Hernández ve con gusto que Mazatlán cambia al ritmo de los nuevos tiempos, dando lugar a una realidad social y cultural distinta y mejor.

“Es muy diferente. Yo estoy muy contento por todo lo que se ha avanzado como sociedad, en Mazatlán y en el mundo, la comunidad ya es muy respetada. A Mazatlán yo lo veo muy adelantado: yo salgo a caminar diario, voy a la Plazuela Machado y veo parejas de chavos agarrados de la mano, abrazándose y besándose y ya nadie se espanta, eso cuando llegué a Mazatlán no se podía siquiera mencionar y me digo: qué padre, a los chavos de ahora les está tocando vivir algo que a nosotros nos tocó construir y creo que es bueno que ellos entiendan un poco que no siempre fue así. Antes de que yo estuviera batallaron muchos otros, esto es una lucha por lograr el respeto, por lograr la inclusión, que cada quien haga lo que puede. Yo con mis lugares hice lo que pude, otros lo están haciendo desde otras trincheras, en la política y en asociaciones. Yo me considero muy afortunado porque me tocó esa oportunidad de hacer ese tipo de acciones abriendo dos espacios y la verdad es que, cuando me vaya de aquí, voy a estar muy feliz por lo que hice”.

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