Por Fernando Alarriba
“Me autonombro ´El cerdo de la literatura´ porque mi prosa es puerca, porque no se limita a describir, a narra, a transmitir lo poética que puede ser la vida. Yo he encontrado diversión en un chiquero, en un chiquero de lodo y letras, donde puedo revolcarme con mis historias sin cohibirme, no limitarme y olvidarme de si perjudico a alguien o no. Yo escribo porque me encanta bañarme en lodo. Así como en ‘Manzana podrida’ escribí un cuento en donde un personaje mata a su madre con la tapa de una vaporera Vasconia, también “En la piel de un adicto” hay conflictos, muy fuertes, con mi padre por su manera de ser. Si vas a escribir hay que aventarle a todo, aunque salpique de lodo y mierda”.
El escritor Samuel Parra reconoce con orgullo que su naturaleza creativa habita en los extremos. Sus novelas “La puerta del dolor” y “En la piel de un adicto”; su cuento infantil “La princesa de los elefantes” o su volumen misceláneo “Manzana podrida” tienen como centros las adicciones, la depresión, la pedofilia, el asesinato y otras temáticas que, en el fondo, persiguen una intención: identificar y liberar las zonas oscura de su propia humanidad, aquellos rasgos que suelen reprimirse y negarse con esfuerzos titánicos pero que, por lo general, terminan arrastrándonos.
“Yo considero que al momento de escribir debes desprenderte de todo y no me refiero a exorcizar demonios. No, eso ya está muy pasado de moda: yo tengo un closet muy grande del cual estoy saliendo y ¿qué es lo que está saliendo? Está saliendo un psicópata, está saliendo un desquiciado, está saliendo un enfermo sexual, se está abriendo, literalmente, una caja de Pandora de donde sale todo lo peor que puedo tener como ser humano y, de alguna manera, esos tentáculos van a buscar algo de qué aferrarse y apretar hasta sacarle toda la sangre, toda la bilis, todo el aire y dejar algo que se marchite y que se pudra. Por eso lo que yo escribo es corrosivo, es vulnerable, es todo, porque, por más que me esfuerce en transmitir una emoción, un sentimiento que, como tú dices, otros autores lo encuentran en sus tradiciones literarias, yo me baso en la realidad porque eso es siempre lo que nos va a superar como personas y superar todavía a la ficción; por más que pretendamos cambiar una palabra, o irnos al género fantástico… siempre la realidad supera a la ficción, a lo no creíble”.

Sin embargo, no es la claridad con respecto a sus fuentes creadoras ni la precisión de sus intenciones literarias lo que me resulta relevante de la producción de Samuel Parra, esto lo encuentro en su convicción inquebrantable para nutrir sus búsquedas y formar caminos que permitan que todo su trabajo encuentre su destino, algo que lo ha llevado a alejarse de los medios convencionales de la literatura producida en Mazatlán.
Como autor, sus libros han sido premiados, editados y distribuidos en países como India, Colombia o Cuba; como gestor cultural ha creado proyectos editoriales como “A través del espejo”, una antología de cuento, poesía y ensayo que expone los impactos del Covid-19 y que cuenta con la presencia de escritores y escritoras de Armenia, España, Chile, Ecuador, República Dominicana, Italia, República del Congo o Guyana Francesa y que incluye plumas como las de Elmer Mendoza, Juan José Rodríguez, Jorge Fabricio Hernández, Mónica Maristain, Rafael Grillo o Luis Guillermo Hernández.
Esto no significa que Samuel Parra descartara, de inicio, a las instituciones públicas del municipio o del estado para concretar sus proyectos literarios, al contrario; el autor afirma que su insistencia ha sido tanta que, al cabo de los años, terminó por renunciar a las condiciones de un entorno limitante.
“En Mazatlán, los autores de Mazatlán no tienen el apoyo de las instituciones de gobierno para publicar, para tallerear, para tener un centro de creación literaria. ¿De qué sirve que tengamos bibliotecas públicas si no las convertimos en focos de cultura? ¿Para qué sirve que tengamos institutos o personas capacitadas si no se les apoya económicamente, o si no se les da material o talleres gratuitos para que se formen, se autocapaciten? Lo que nos ha traído la pandemia es el acercamiento virtual con otros escritores, a través del Gobierno Federal, porque yo he tomado cursos en este sentido, a través del Gobierno Federal, con el Fondo de Cultura Económica y fueron cursados desde este distanciamiento. Pero Mazatlán y Sinaloa adolecen de este apoyo hacia los escritores noveles, o ya con trayectoria, porque no les interesan a nuestras autoridades; prefieren mejor tener un carnaval pedorro en época de pandemia, o su Serie del Caribe, a acrecentar la cultura, que es lo que se transmite, es lo que se hereda”.
Y ha sido este entorno adverso el que ha alimentado sus necesidades de trascender como autor, booktuber o gestor cultural, frentes en los que ha incursionado con la ilusión natural que todo deseo entraña pero que, a larga, lo han llevado a despojarse de las ilusiones de la vida literaria y modificar sus concepciones sobre lo que implica ser escritor.
“Olvidamos que el escritor debe de hacer también trabajos de relaciones públicas. ¿Cuántas librerías de viejo no hay en el país, o pequeñas librerías como la librería México, en Culiacán, donde tú puedes negociar para que vendan tu obra? Obviamente, el escritor de hoy, el que pretende ser escritor sin aspirar a las grandes editoriales, debe de hacer trabajos de relaciones públicas. El trabajo de las relaciones públicas es lo que te permite codearte con estas personas, conocer el medio y saber hacia dónde tiras, como tú dices, la marca. Conocer cuáles son tus alcances, conocer tus límites, hacia dónde puedes llegar y lo más importante es que, el mito de las ferias no es tanto de ‘ah, te lleva la editorial’, no. Si tú quieres pagas tu espacio y estás en la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil de la Ciudad de México, o en la Feria del Palacio de Minería o en el Zócalo. Es un mito que seas el privilegiado por estar en las ferias, en las ferias puede estar cualquiera porque es un negocio, incluso es un Carnaval y, obviamente, sientes, como a mí me pasó, la pompa y la gloria por estar en la Feria Internacional del Libro. Cuando ya estás ahí y te das cuenta de todo el marketing que hay detrás dices: ‘Puta, esto es un cagadero’. Pero es increíble, es una experiencia única cuando no sales del rancho y estás enfocado nada más a lo local”.
Este es el camino de “El cerdo de la literatura”, un sendero que ha recorrido en base a un esfuerzo constante, lleno de aciertos y errores, pero sobre todo, de decisiones diferentes a las que el gremio literario de Mazatlán suele tomar, una ciudad que, asegura, es rica en valores culturales y artísticos que es necesario contemplar desde una óptica diferente para que trasciendan.
“Es necesario que conozcan Mazatlán, que conozcan lo que son sus valores, que hubiera esa otra línea que puede jugar en la crónica, en la narrativa, en el ensayo para proyectar y generar un impulso a favor. Porque si uno ubica Sinaloa lo ubican como la cuna de la narcocultura o de la narcoliteratura, entonces, buscar algo diferente, generar contenidos atractivos que sean fuera de lo cotidiano. Yo creo que eso es lo que deberíamos hacer: preocuparnos por generar algo que pueda detonar a favor, a sumar, no tanto, quizá… a como yo lo hago, que es a lo lacerante o autodestructivo, pero es como todo, hay autores que se encargan de hacer eso y les va muy bien. Se trata de que aprovechemos esos espacios y de que aprovechemos las plataformas digitales para poder darle credibilidad, impacto, contundencia a nuestros textos y que sea eso algo más visible, que pueda generar un cambio, un impacto positivo”.
Sin duda, la trayectoria literaria de Samuel Parra está llena de cambios graduales, y su caminar demuestra que toda aventura nos lleva a encarar nuevos panoramas, pero sobre todo, nos permite profundizar y someter a prueba nuestras convicciones.
“Se estaba tambaleando la editorial (editorial Canarias, su sello editorial) y pues yo me quedaba sin ese impuso y pues a buscarle de manera independiente, ósea, a pagar a un editor, en ese caso yo trabajé un tiempo con Sigfrido Bañuelos, muy bueno. Al final tú creas tu propia empresa, tu propia marca, mientras tú mismo demuestres que tu trabajo tiene calidad, de que ha sido sometido a un trabajo de edición y que estás esforzándote porque sea lo mejor posible a fin de que guste al lector o te sientas tú satisfecho, eso es lo importante. Ósea, no ser mediocre en ese sentido. Si vas a ser escritor, pues esfuérzate por capacitarte, por leer y que tu trabajo sea calificado, que sea editado para que quede lo mejor posible porque tampoco un editor es perfecto, lo que puede ver uno no lo puede ver otro y así hay muchos casos”.

Samuel Parra (Mazatlán, Sinaloa). Es escritor, periodista y promotor cultural. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación egresado de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Máster en Literatura Mexicana Contemporánea por la Universidad Autónoma Metropolitana.
Fue becado por la Fundación Prensa y Democracia para estadía en la Universidad Iberoamericana Campus Santa Fe en el 2009. La Universidad Brigham Young University, en Idaho, Estados Unidos, lo reconoció como Promotor de la Lectura y Escritor versátil en 2015.
Es autor de los libros “Cuando escribir duele”, “La puerta del dolor” y “En la piel de un adicto”, novela ganadora del Premio Memoria en el Alma 2017 que entrega la Academia de Artes y Letras de India.
Su libro de cuentos “La Princesa de los Elefantes” ganó el Premio Literario de Cuento Infantil que le otorgó la Fundación Niños de Barranquilla.
Su libro más reciente es “Manzana podrida”.