Arturo Santamaría

Rutas del turismo cultural en Mazatlán

A raíz de la publicación de “Turismo cultural en Mazatlán: una encrucijada” (http://www.alarriba.com/turismo-cultural-una-encrucijada/) el Dr. Arturo Santamaría Gómez y yo iniciamos una conversación en Facebook entorno a este tema que, gracias a su generosidad, hemos podido ampliar a través de una entrevista.

Los trabajos del sociólogo Arturo Santamaría Gómez son un referente obligatorio para conocer y comprender a fondo el fenómeno del turismo en “La Perla del Pacífico”: antecedentes, orígenes, momentos clave, factores de desarrollo, actores cruciales, problemáticas y una enorme variedad de aspectos entorno a este tema han formado parte de sus investigaciones.

Para el autor del “Los orígenes del turismo en Mazatlán” la comprensión del turismo cultural ha dependido históricamente de la definición de cultura y, por mucho tiempo, fue concebido como una actividad centrada en el traslado a otros lugares con la finalidad de conocer espacios históricos, sitios arqueológicos, ciudades arquitectónicamente atractivas o poseedoras de múltiples manifestaciones artísticas, una visión que hacía de la cultura una esfera de legitimación para las élites. El investigador también señala que esta definición cambió a principios del siglo 19 hacia una perspectiva antropológica que extendía el campo de acción de la cultura y se interpreta como una forma de entender la vida, de relacionarse con la sociedad, e incluso, como una manera de crear productos y realidades de carácter simbólico.

“En Mazatlán todavía se concibe el turismo cultural desde la visión dominante, la de llevar a los turistas al Centro Histórico, alrededor del Ángela Peralta, para demostrar, ‘esta es nuestra oferta cultural’. Está bien, por supuesto, es parte de ella, sin duda es valioso, pero yo creo que sigue siendo una visión muy tradicional que no amplía el conocimiento de la cultura del lugar, ni amplía los beneficios a otros sectores sociales. Si tú amplías la oferta de turismo cultural a otros ámbitos, como lo hacen Maaike Hoekstra (directora de la agencia “Flavorteller Food tour”) yotras personas, llevando los beneficios del turismo a otros lugares también, no tan sólo a los mejores restaurantes, al Teatro Ángela Peralta, a que escuchen la sinfónica, a que conozcan las galerías, que está bien, pero es limitado, es tradicional y es incluso elitista, ¿no? Entonces yo creo que hay que trabajar mucho en eso, sobre todo si tienes una visión más incluyente de lo que es el turismo; de que quieras llevar los beneficios del turismo a otros lados y de que quieras mostrar otros aspectos de tu realidad”.

Pero para comprender las causas de esta concepción estrecha sobre el turismo cultural es necesario valorar que éste es, relativamente, algo nuevo para el puerto. Arturo Santamaría recuerda que la actividad turística en Mazatlán comenzó a impulsarse formalmente hacia finales de los años 20 del siglo pasado y que fue el Carnaval, la tradición cultural más importante del puerto, la que fungió como el punto de arranque para el desarrollo del turismo en la ciudad, el gran motivo por el que cientos de personas venían a Mazatlán, algo que se mantiene hasta el día de hoy y que después se apuntaló con el llamado turismo de Sol y Playa, sin lugar a duda, la mayor apuesta para los líderes de este sector.  

La “Plazuela Machado”, corazón del Centro Histórico de Mazatlán.

“A principios de los 70, más que Antonio Haas, fue Juan José León Loya quien encabezó el primer intento de rescate del Teatro Ángela Peralta y el Centro Histórico, textualmente lo plantea León Loya. Yo escribí un texto que reprodujo Noroeste, me parece, y aparece en un libro que publicó Leticia Alvarado: ‘Debemos de ofrecer no tan sólo sol y playa, sino también cultura’; entendiendo cultura por las bellas artes, a través del Ángela Peralta. Esa idea se empieza a desarrollar muy lentamente, y ya con la inauguración del teatro, en el 89, se empieza a promover el Centro Histórico por parte de los gobiernos municipales, pero no de los turisteros, ¡se oponían los turisteros! Julio Berdegué Aznar y otros se oponían a que el Centro Histórico fuera promovido, y si tú vas a la hemerografía, en los periódicos lo vas a ver, públicamente se oponían. Se tardaron como cuatro o cinco años en reconocer que era importante, y ahora lo venden con el distintivo del único destino de sol y playa de México que ofrece cultura, que no cierto: San José del Cabo también ofrece una buena dosis de cultura, con mucho mejores galerías, por ejemplo, o un buen festival de cine, tiene una actividad cultural de atractivo nacional que Mazatlán no tiene, hablando de bellas artes. Entonces, el sector turístico no promovía el Centro Histórico, después ya lo retoman, se tardan y ahora es la cereza del pastel, pero se tardaron y eso demuestra la visión que ellos tenían. Igualmente Don Julio Berdegué, que yo respeto mucho por otras cosas, él despreciaba El Quelite también (el desarrollo de esta sindicatura como polo turístico), yo lo platiqué con él, no estoy inventando cosas, y es público su rechazo al Centro Histórico, en un principio. Entonces, no siempre los empresarios han tenido una visión más amplia del turismo; se ha mantenido una visión muy hotelera, muy de empedarse y tomar sol, ¿no?

El esplendor del desmadre

Agudo y crítico, el autor de “Las jefas del narco” destaca que, culturalmente hablando, la oferta artística no es el mayor atractivo de Mazatlán, un lugar visitado en su mayoría por turistas nacionales. No. El esplendor del puerto radica en sus manifestaciones populares: en su gastronomía de mar, en la música de banda y, en especial, en su espíritu desmesurado que tiene como raíz el carnaval.

“Ve la Semana Santa, Semana Santa es un guateque, una orgía colectiva y eso son los carnavales, unas orgías gigantescas, eso es el carnaval históricamente, es la disipación. En Europa después de los inviernos crudos viene el inicio de la primavera, el inicio de las cosechas, celebrar que se sale del confinamiento del invierno y se empieza a gozar de las carnes, de los excesos después del recogimiento invernal, así surgen los carnavales, eso son; y claro, aquí no tenemos esos inviernos europeos y bueno…el desmadre aquí es permanente y se agudiza en Carnaval y Semana Santa y ahora vemos que se está extendido a los fines de semana, ósea, todo el ambiente carnavalero se ha extendido a otras épocas: poder gritar, bailar, tomar en cualquier lugar. En otros lugares no puedes tú, en un transporte público, ponerte a pistear y a bailar y a cantar con un ruido de discoteca o el ruido de un antro ensordecedor y aquí sí y se ha corrido, evidentemente, la voz, sino no habría tanta oferta de ese tipo donde todas las aurigas han instalado bocinas potentísimas, porque saben que se las van a pedir. Entonces, en todas las atmósferas, todas las prácticas del carnaval se han extendido, se ha reproducido en otros ámbitos, en otras épocas y todos los fines de semana son pequeños carnavales ambulantes. El carnaval lo permea todo y es el romper las normas establecidas, el exhibicionismo. La gente en Durango no lo puede hacer, en Monclova tampoco, en Nuevo León, en Ciudad Juárez, no lo pueden hacer, pero aquí sí: pueden las mujeres presumir sus carnes con ropa muy sensual y los hombres empedarse como quieran y exhibir su capacidad alcohólica…las aurigas son un escenario perfecto para observar esas conductas, cómo se comportan los hombres y las mujeres, jóvenes, adultos y hasta los viejos muchas veces, ese es el gran atractivo de Mazatlán, es lo que predomina”.

Pero si la desmesura es algo tan palpable y atractivo, Arturo Santamaría también advierte sobre la existencia de prácticas culturales que, indudablemente, también expresan de forma contundente otros aspectos esenciales de la identidad sinaloense que seducen a los visitantes.

Edificio “Miramar”, pieza central de los narcotours en Mazatlán.

“El narcotráfico es una práctica social que tiene manifestaciones culturales o contraculturales o de cultura oscura o delictiva, pero que se ha convertido en atractivos turísticos. Si bien no formalmente, no oficialmente, sí de manera subrepticia, en un principio de manera clandestina, pero después ya de manera abierta, se sabe de la existencia de los narcotours, allí está el turismo oscuro. En Brasil, en Río de Janeiro, los llevan a las favelas, dicen: ‘Bueno, ¿los europeos quieren ver pobreza? Pues los vamos a llevar a la pobreza, y les vamos a cobrar, si la quieren ver. Y les vamos a vender comida y les vamos a vender artesanía y les vamos a cobrar por el tour, porque vean las favelas y vean cómo viven los pobres, delincuentes además…’ y se les venden. Entonces, ya son oficiales, vas a Río de Janeiro y te ofrecen la visita a las favelas y el negocio lo controlan los habiten de las favelas y no sé si hasta los grupos delictivos. Así surgen otras prácticas culturales. Un gobierno no va a ofrecer eso, pero ayuda a entender cómo tú puedes ofrecer un turismo cultural diferente, no tan sólo de las bellas artes, que es muy válido, por supuesto”.

Oportunidades y retos

En este caleidoscopio de expresiones culturales, Santamaría destaca la importancia de valorar la comida de los valles del sur de Sinaloa, derivada de sindicaturas como La Noria, una tradición encarnada en las cenadurías, refugios de una gastronomía singular que ha tenido grandes representantes en lugares como “El Túnel”, “Tachita” o “La copita”. En este sentido, el escritor invita a reflexionar sobre cómo el fenómeno de la comida de mar, estandarte de la cultura mazatleca, inició “desde abajo”.

“Por ejemplo, ‘El Mamucas’ se convirtió en un atractivo turístico por sí mismo, aunque ya después en el carnaval tenían que llevarlo a la televisión, lo llevaron con Raúl Velazco a “Siempre en domingo”, ¿y por qué? pues porque la fuerza de su cocina, de origen totalmente popular, era tal que se fue reconociendo por propios y extraños y tuvieron que empezar a incluir la gastronomía, pero no había un plan claro; ya desde ‘El Mamucas’, estamos hablando de los 70, empezó a valorarse la gastronomía local que es básicamente de origen popular y ya se incluye la gastronomía como un atractivo; pero si tú ves la propaganda, ni en los años 80 está clara, ni en los 90, salvo ‘El Mamucas’, que ahí estaba de manera casi accidental. No estaba claro que aquí se come estupendamente, y ahora ya sin duda que sí”.

¿Cómo articular estas visiones? ¿Cómo orientar, desde las políticas públicas, la riqueza y complejidad cultural de Mazatlán? La respuesta de Arturo Santamaría es contundente:

“Depende mucho de los gobernantes, porque no hay cosas que se institucionalicen plenamente. Por ejemplo, en el Instituto de Cultura de Mazatlán, sale Raúl Rico, Óscar Blancarte no dura nada y lo que se impulsa es la cultura del espectáculo, con “El Químico”, básicamente. Se relega la otra manifestación cultural, no sé si sea cierto que se le haya pagado a J Balvin un millón de dólares, puta…(risas), por hora y media de espectáculo, y se privilegió entrar con boletos regalados, igualmente Quirino Ordaz ha privilegiado el espectáculo, a pesar de ya estaban el Festival Cultural de Sinaloa y el Festival Cultura de Mazatlán, que ampliaron la oferta cultura. Bueno, y es que las políticas públicas dependen del gobernante y no de que las instituciones tengan durabilidad, transexenal o transtrienial, a ver qué sucede. Si queda Pucheta va a ser lo mismo, o peor, si repite ‘El Químico’ pues va a ser igual, pero con el Gobierno Estatal, a lo mejor se pueden hacer otras cosas, tanto a través del Instituto de Cultura como a través de la Secretaría de Turismo o de la Secretaría de Educación Pública”.

En espera de que la moneda de las elecciones deje de girar en el aire, Arturo Santamaría destaca la necesidad de llevar las ferias del libro a un nuevo nivel, de crear diálogos entre los diferentes géneros y expresiones musicales que hay en el puerto, de dar fuerza a la promoción de la lectura y la escritura en todo el estado, de apostar por el cine y por la amplia gama de posibilidades que las nuevas tecnologías ofrecen para crearlo y difundirlo y, sobre todo, de aprovechar las sensibilidades y aptitudes que, históricamente, han dado frutos extraordinarios en todo Sinaloa.

“Mira, sin duda, el espíritu musical que hay aquí debería cultivarse más, extenderse más, eso es muy bueno. También me parece que hay muy buenos actores y buenos danzantes y habría que aprovechar esas cualidades más o menos innatas en muchos sinaloenses (…) Basándote en lo que se ha desarrollado más, que es la música, la danza, la actuación, porque aquí ha habido muy buenos actores, empezando por Pedro Infante, que sin tener escuela fue un gran actor, tomar esas actitudes naturales que tienen que ver con la personalidad sinaloense para enriquecerlas más, profundizarlas más, fortalecerlas. Hacer otros museos, pequeños quizás, pero que se basen en la cultura propia; ve el Museo de Pedro Infante, tiene muy pocos objetos, es chiquitito y es un éxito por el personaje. Entonces aquí, agarra a los grandes personajes o a las grandes actividades. Tanto tiempo se ha dicho: ‘¡el museo de la banda!… ¡el Museo del Carnaval!’, que no tienen que ser los grandes museos, si se piensa en grandes obras gigantes jamás se pueden hacer. En fin, pero también se necesita no dejarlo todo al gobierno. El Museo de Pedro Infante lo ha hecho un matrimonio y han hecho el negocio de su vida, les va muy bien, pero ahí están, ahí están, no tiene el reconocimiento de museo pero eso es, modestísimo, ¡pero es un museo! O el museo de los grandes compositores de Sinaloa, de los que le han dedicado composiciones a Mazatlán, un museo de la Música y varios de los primeros jazzistas de México son de Sinaloa y de Mazatlán: Chilo Morán, que es de Concordia, Mario Patrón, de Mazatlán, hay cualidades naturales, entonces, hay que hacerlo”.

Arturo Santamaría Gómez. Doctor en sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Especialista en temas de turismo, migración, cultura popular y narcotráfico. Investigador y profesor en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Sinaloa, en Mazatlán. Articulista de Periódico Noroeste. Entre sus obras destacan: “Cocineros y chefs en Mazatlán”, “Las jefas del narco”, “De carnaval, reinas y narco: El terrible poder de la belleza”, “El nacimiento del turismo en Mazatlán: 1923-1971”, “Del alba al anochecer en Mazatlán: la madurez de un destino turístico”, “Los años dorados del turismo en Mazatlán” o “Morir en Sinaloa: violencia, cultura y narcotráfico” (coautor).

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