Por Fernando Alarriba

Polifacético, inquieto y riguroso, Mario González Suárez se ha consolidado como uno de los escritores más propositivos de la literatura mexicana contemporánea y descubrió en Mazatlán un espacio ideal para el desarrollo de su obra.
En 1990 obtuvo el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen por “La materia del insomnio”, y el escritor llegó a un acuerdo con la Dirección de Investigación y Fomento a la Cultura Regional (DIFOCUR) para impartir un taller literario en Culiacán.
“Fui a Culiacán a lo de la premiación, me dijeron que luego me llamaban y cuando me volvieron a llamar me dijeron que no me iban a dar el taller de Culiacán, sino el de Mazatlán… yo estaba muy feliz porque dije ‘uta, si lo pido no me lo dan’. Y a partir de ese momento yo empecé a frecuentar Mazatlán, entonces iba una vez al mes, un fin de semana cada mes, y desde la primera vez que estuve yo en el plan de dar el taller conocí a Laura Medina, y ya conocer a Laura Medina es conocer a todo Mazatlán”.
La dueña de la librería La Casa del Caracol le propuso impartir otro taller para un otro grupo ávido de conocimientos literarios. En medio de aquellas visitas laborales González Suárez celebró el fin de año en el puerto y a partir de ese momento sus estancias se prolongaron.
“Para mí Mazatlán resulta un lugar muy propicio para trabajar, es muy distinto a la vida de Ciudad de México. Yo trabajo mucho y sí necesito tener un espacio y una atmósfera que sean propicios para mi trabajo y Mazatlán ha sido un lugar paradisiaco para mí, totalmente propicio para trabajar”.
Para el autor de “De la infancia” el puerto ha sido tan determinante que, a lo largo de las últimas dos décadas, la mayoría de sus proyectos literarios se han gestado en “La Perla del Pacífico”.
“Los libros que he escrito en los últimos 20 años, prácticamente todos los he escrito en Mazatlán. El libro que acabo de publicar, ‘Uno conejo’, lo escribí allá, la última temporada que estuve viviendo en Mazatlán, me fui exprofeso para concentrarme en este libro y lo terminé. ‘A wevo, padrino’ (Mondadori), ‘Marcianos leninistas’ (Tusquets), ‘Dulce la sal’ (Pre-textos), ‘La sombra del sol’ (El cuenco de plata/Almadía), ‘Verdever (Era)’ y ‘Uno conejo / ce tochtli’ (Editorial Nieve de Chamoy) … me consta que ese ambiente para mí ha sido muy propicio”.
La Ciudad de las Artes del Pacífico
Esta plenitud vital y artística llevan a Mario González Suárez a asegurar que el puerto tiene condiciones excepcionales para ser concebido como un recinto para las artes.
“Yo en más de una ocasión le he dicho a Laura Medina y a la gente interesada en la literatura y la cultura que Mazatlán debería ser ‘la ciudad de las artes del Pacífico’ por la atmósfera que tiene, por los espacios que tiene, por el clima; es un lugar muy amable, y a pesar de todo este halo de delincuencia que tiene Sinaloa, en Mazatlán eso prácticamente no existe. No pienso en ningún otro lugar de la costa del Pacífico, que es desde el puerto de San Felipe (Baja California) hasta Salina Cruz (Oaxaca), un litoral inmenso. Mazatlán es el lugar más propicio, no es Acapulco, no es Puerto Vallarta, no es ninguno de estos destinos turísticos”.
Sin embargo, el escritor afirma que hay escollos que deben ser superados si realmente se piensa apostar en un proyecto cultural de alto impacto.
“Por un lado yo creo que hace falta voluntad, voluntad política, dinero… hay dinero en Mazatlán. Yo creo que la gente que podría estar al tanto o al frente de estas actividades no tiene esa visión, yo he sentido que de pronto en Mazatlán la gente puede ser muy provinciana, que todo lo que es de fuera no es de fiar, entonces hace falta voluntad y yo no confío mucho en el estado, confío más en la iniciativa privada; con el gobierno en realidad yo cuento poco, el gobierno es muy obtuso, pero si la iniciativa privada le apuesta a la cultura y no para ganar dinero, porque para ganar dinero hay otras cosas, esto redunda en términos humanísticos, los jóvenes que tienen acceso a la educación y la cultura crean otro tipo de sociedad y si se favorecen las condiciones para que sea una ciudad de las artes ahí va a haber mucha gente, muchos artistas, y eso ya le da otra atmósfera al lugar”.
En este sentido, Mario González Suárez considera que Mazatlán tiene mucho que ganar en términos de calidad de vida, ya que, de acuerdo al autor, los principales dividendos de la cultura se reflejan en la construcción de ciudadanía.
“Creo que un proyecto cultural, en principio, no es una inversión económica: no es comprar un barco atunero o poner una fábrica de cerveza; es el beneficio que reportan la educación y la cultura, la enseñanza de las artes, en términos humanos, que tiene un efecto sobre la población: la persona que tiene una formación musical, literaria, teatral, tiene más elementos para ser consciente de lo que vive y eso es algo que no se puede comprar, que no tiene un precio en metálico. Las artes, como la educación en general, les dan a los jóvenes, les permiten desarrollar una conciencia y esa conciencia va a redundar en la sociedad que tenemos; es más difícil que un muchacho que tiene un acercamiento a la literatura, al teatro, a la música, tenga intenciones de dedicarse a actividades propias de la delincuencia. La cultura no es la televisión, no son los programas de Televisa o de las televisoras comerciales: la cultura es lo que hace la gente, el individuo así, en chiquito, en concreto, el influjo que tiene en su entorno inmediato”.
Al margen de la construcción de “La ciudad de las artes del Pacífico”, González Suárez ya ha dejado una importante semilla en la vida artística de la ciudad: la formación de nuevas voces literarias.
“Yo tengo muchos años trabajando en Mazatlán y tengo unas alumnas que escriben muy bien, una de ellas es Leonor Ramírez, Leonor ganó el Premio Valladolid 2018 y otra alumna mía ganó también el Premio Valladolid hace cinco años, yo he seguido trabajando con ellas. Ahora que vivo en Ciudad de México nosotros mantenemos una relación de videoconferencias y a ella y a otra amiga les asesoro en sus trabajos”.
Finalmente, al preguntarle sobre la influencia que la vida mazatleca ha tenido en su amplia y diversa obra literaria, Mario González Suárez no duda en destacar que su novela “A wevo, padrino” refleja a su Mazatlán, y lo mismo sucede con su próximo libro de fotografías, “Puerto solar”.
“‘A wevo, padrino’, es una novela que yo hice muy específicamente sobre ese tema, porque no son tema, los temas de Sinaloa; es la única novela que he hecho sobre ese tema. ‘A wevo, padrino’ es Mazatlán, y el Mazatlán de mis fotos no es un Mazatlán del Carnaval, a mí no me gusta el Carnaval; es un Mazatlán muy melancólico, es el Mazatlán que a mí me gusta”.

Mario González Suárez (Ciudad de México, 1964) estudió cinematografía en el Instituto de Cine de Moscú, becado por el Gobierno de la URSS. Fue becario del Centro Mexicano de Escritores. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores desde 2001. Fue director de la Sociedad General Escritores de México. Ganador de los IX Juegos Florales de la Ciudad de Mérida 1990 por el cuento Bivio. Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 1997 y Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares 2001. En 2002 ganó el Premio Internacional de relato Emecé/Zoetrope. Parte de su obra ha sido traducida al alemán, el francés, el inglés y el esloveno.
Este martes 13 de octubre, junto a la poeta Yendi Ramos, el autor inicia en Mazatlán “El rayo verde”, un diplomado en literatura latinoamericana.
Informes: http://www.escuelamexicanadeescritores.com/comienza-a-escribir/