En qué piensa el Julio Zatarain cuando…

El escritor mazatleco Julio Zatarain habla sobre su libro “En qué piensan los gusanos cuando tienen hambre”, obra ganadora del Premio Nacional de Cuento José Alvarado 2021. También nos comparte algo sobre sus nuevas búsquedas literarias y sus procesos creativos.

¿Cómo te cayó la noticia del premio?

Fue un huracán para mí porque primeramente no creía, en este momento, lograr algo así…la competencia, desconfiado de uno, soy muy autocrítico y lees a otros y dices: este cabrón está bien chingón, ¿cómo le voy a ganar a este wey que también concursa? Por ejemplo a Hiram Ruvalcaba o Sergio Ceyca… este compa me dijo, me ganaste) hay un chingo de gente pues, y yo sí era un wey que, tú me conoces, vago, no estudié algo relacionado a esto (literatura), no me creo intelectual, mucho menos. Al final de cuentas soy un creador y por eso me sentía así: no lo podía creer y de hecho al principio pensé que era como un tipo de broma, que me iban a hablar para una mención honorífica, no para ganarlo. Ya ahorita digo: estoy haciendo bien el trabajo, estoy intentando, ¿por qué no? Ahora la idea es clavarme con lo que viene, buscar lectores, básicamente eso.

¿Qué es “En qué piensan los gusanos cuando tienen hambre”?

Es un universo: La Pesqueira, La Flores Magón, las playas… es la ciudad, pero puede ser cualquier ciudad y para explicar por qué suceden ciertas cosas, o más allá, hay que entrar en la mente de las personas y vivir con ellos tanto tiempo que te haga reflexionar y comprender, o tratar de comprender, un poco mejor o de forma más satisfactoria cómo es la vida. Y bueno, ya todos los problemas sociales, las trabas gubernamentales a ciertas cosas como los desparecidos, todo se va desarrollando a lo largo del libro, la violencia, no sólo contra las mujeres, sino la violencia en general.

Me has dicho en otras ocasiones que este libro es, por así decirlo, parte de algo más grande…

A nivel muy personal, yo ya quería cerrar ese ciclo porque tú sabes que son cuentos que tiene rato, seis años. Fue como un alivio porque estaba desesperado, de hecho si no ganaba, pensaba en sacarlo. Fueron unos dos años quitándole cuentos, poniéndole cuentos hasta dejarlo como está ahorita. El libro, de hecho, como en octubre, me rechazaron su publicación en Tierra Adentro. Víctor Santana me dijo, son cuentos muy viejos, ¿verdad? Supongo que él creía que tenía algo mejor porque coincidimos en el periodo de la beca del FONCA, yo estaba en novela y él estaba en cuento, y ya, así quedó. Pensé ‘voy a seguir viendo que hago con el libro’ y fue como ‘¡A huevo! Ciclo terminado…

¿Cuándo empezó este ciclo?

Empezó con los talleres, con el diplomado de Narrativa Contemporánea que ofreció el Instituto de Cultura de Mazatlán. Dos cuentos del libro nacieron allí, uno con Margarito Cuéllar y otro con Óscar David López. Esos son los cuentos más viejos. El rollo metafísico que traía el poeta Javier Acosta me ayudó a pensar en que el arte es algo más, y ese diplomado me ayudó un chingo. Así inició y me di cuenta que escribía sobre la muerte, sobre la soledad, sobre problemas sociales y dije, ‘voy a seguir con esta idea y voy a hacer un libro de cuentos con todas estas situaciones difíciles que viven las personas, cualquier tipo de persona y como lo rodea la muerte yo originalmente le quería poner ‘El hambre de los gusanos’, así se llamó un cuento, pero encontré este otro nombre, que me pareció más poético, por así decirlo, y así no le puse al libro el título de un cuento, no me gusta tanto esa idea.

El último cuento que escribí fue el año pasado, como en estas fechas, un poquito antes, estábamos todos encerrados y ese cuento ya lo traía yo como tres años en la cabeza, bien loco, ya lo había intentado sacar y no me salía, no me salía hasta que una vez me agarré con mezcal y dije: chingue a su madre, ya lo traigo todo: lenguaje, diferentes tipos de narrador y cayó de una sentada y así son todos los cuentos, si no salen en dos tres días, ya valió verga. Entonces, ¿no sé si supiste del vato de por allá de la Flores Magón que se aventó de una antena, chemo (drogado)? Eso lo escribí, le di un contexto, lo inventé obviamente, no investigué tanto y desde esa vez, fue como en 2017, hasta el año pasado, pude hacerlo.

También tenía un rollo, de hacerle justicia a un primo desaparecido. Quería un poco hablar de su vida, de esa gente que le gusta la droga. Quería narrar los porqué, qué les falta: la insatisfacción, pueden tener todo y depender de la droga, el hambre de los gusanos que te carcome por dentro y te lleva a la destrucción de una u otra forma, todos nos autodestruimos y ese libro, estuvo muy loco porque, antier, ya que mandé el libro con la dedicatoria y todo a Margarito Cuéllar, una dedicatoria era para mi primo, deseando que apareciera, porque ya nos habían dicho que lo mataron, tenía como dos tres años desaparecido y ayer lo encontraron, sus pertenencias, falta el ADN pero, pues, es él. Entonces, desde hace seis años, hasta ahorita con mi primo, con esa dedicatoria cierro el ciclo y ya es un parteaguas, totalmente, un ciclo de vida.

¿Qué ha cambiado a partir del premio?

Me siento como una persona pública, me hablan y ¿Quién te pasó mi número, no pues la reportera? No creas que me agrada tanto. Lamentablemente aquí en México y en todos lados la gente te manda a la verga si no logras algo. Gente que no te habla… tú mismo, no me habías hecho ninguna entrevista, no en mal plan, sino que tiene que suceder algo para que te volteen a ver. Si yo no hubiera ganado ese premio los cuentos allí estuvieran, puede que lo publicara en alguna editorial o puede que lo publique yo, pero no pasa nada, entonces un premio te abre un chingo de puertas, un chingo de posibilidades: lectores, que para mí es lo más importante, que lean los cuentos y les provoquen algo, ¿no? Ya muchos me han leído y dicen ‘sabes qué, este cuento me hizo llorar, se me paró el chile con esta escena…ya con eso ya chingué pues, ya lo demás, ese rollo de las instituciones, hasta la UAS wey… ‘orgulloso egresado’, ¿Cuándo habían estado orgullosos? Siempre me mandaron a la verga. Una maestra subiendo a los egresados con sus logros, y bueno, de seguro me va a decir a mí dije… nunca, digo, qué he logrado. Lo de las instituciones pues te voltean el reflector, están comprometidos con el arte, ¿me entiendes? Todo es su chamba, ni modo de decirles que no. Cualquier halago o cualquier crítica, se me resbala, mi único compromiso es con la literatura.

Nos conocemos desde hace más de 10 años, Julio, entonces tú comenzabas a acercarte formalmente a la literatura y ahora comienzas a consolidarte: la beca del FONCA, el premio, tu labor como gestor cultural en la Ballena Literata y Revista Alcantarilla, ¿cuál ha sido tu guía a lo largo de estos años?

Las derrotas, precisamente. La terquedad. Porque también uno lee otras cosas y dice, yo escribo algo mejor que este cabrón, y este wey ganó y tiene errores. Y esos momentos de derrotas hicieron que siguiera intentándolo, hasta lograrlo: que no me quieran publicar, que no gane algún premio o que no me incluyan en eventos, no sé, ser ignorado. Muchas veces no me sentí dentro de nada, que estaba yo solo y seguí chambeando, esos momentos de, de soledad cabrón, la pesadez, las desilusiones, está gacho pero la vida que he tenido ha sido de sube y bajas, como todos. Tuve un crecimiento, una infancia chida pero a la vez difícil, como muchos, no soy el único, pero todo esto que estaba en mi cabeza necesitaba sacarlo.

¿Ahora qué estás preparando?

Ya tengo como dos o tres cuentos nuevos que nada que ver, nada que ver con estos del libro. Me hace falta cerrar dos ciclos más, una novela que tengo por ahí y la de la beca del FONCA (una novela negra dedicada al personaje de El Gitano, asesino del Gobernador Rodolfo T. Loaiza) esos son ciclos de novela y me la tomo con calma, me aplico dos meses machín y luego la dejo cinco meses y luego vuelvo otros dos meses de trabajo todo el día, así tiene que ser. Son ritmos personales, no soy de los que todos los domingos, todos los sábados en las mañanas. No, yo dejo de escribir cualquier cantidad de tiempo, lo estoy escribiendo en mi cabeza, todos los cuentos y las novelas las conozco de pe a pa porque estuve clavado mucho tiempo y si me dicen, ¿por qué metiste esta línea? Me voy a acordar, porque está todo aquí (apunta a su cabeza) entonces esos ciclos los voy a cerrar algún día, con premio o publicación, como sea voy a cerrar esas novelas y ahorita leí las obras completas de Amparo Dávila y me impactaron wey, todos los cuentos, me dije: yo quiero ser como ella y me metí en un rollo así como medio fantasmal, medio misterioso: algo está pasando pero nadie sabe qué es, y ando en eso, en cosas así, incluso jugando con la mitología, dioses, como si existiera tal cosa, o puede que exista, sin dejar de lado el toque urbano, el toque de crítica social. Es un ciclo nuevo y quién sabe cuánto vaya a durar, pueden ser otros seis años, puede que dure menos o más, no me siento forzado y, como te digo, si un cuento no sale en tres días, máximo, ya lo dejo, o después lo retomo o lo borro todo y lo vuelvo a hacer. En cuento en eso ando, algo nuevo, muy diferente a lo del premio.

Te sientes más en contacto con tu forma de abordar la escritura…

Más que la escritura, es el gozo de flotar, es como un conjuro, escribir es un conjuro, ¿no? Y es también algo personalísimo, tú sabes, los testimonios de escritores, hasta rituales tienen algunos, yo no obviamente, pero sí hay que crear atmósferas, más que nada atmósferas mentales para que tu cuerpo y tu mente estén listos al momento de hacerlo y se goza, se goza porque es como construir algo, haces unas sillas y piensas: esta pata no, mejor esta pata; un respaldo así…no mejor un respaldo acá y cambias, mueves y es algo que se disfruta.

En ese sentido, ¿te ves como un artesano, un artesano de la palabra?

Exacto, exacto. Digamos que las herramientas, tomando esta analogía, las comas, los puntos…un clavo, dos clavos, ¿dónde ponerlos? Leerlo, en voz alta, cambiar las palabras, dar Enter, todo eso es muy disfrutable.  Además tener agua, cerveza de repente no, no puedo escribir pisteando, de repente sí un traguillo de algo más fuerte, un mezcal, un tequila; con la cerveza me distraigo, pongo música y ya valió madre, ya no escribo nada. Entonces también me ha pasado, digo: mañana no tengo nada qué hacer, me voy a poner a escribir, ya no fumo wey, pero de repente uno y ya valió madre, ya no escribí nada. Veo que es la una de la tarde y ya no hice nada. Un día muy productivo sería siete de la mañana a once de la mañana, seguido y ya. Si es después, me distraigo con algo, si alguien viene, o me llama, una conversación. Para empezar, el celular… a un lado.

¿Algo más, Julio?

Sobre el libro, pues… que lo lean, que lo compren, que lo disfruten y agradecido con el milagro, cabrón, lo de mi primo, fue como un regalo para mi tía. Entonces ya tiene mi admiración total el libro, si ya la respetaba, ahora la literatura me devolvió algo en ese sentido. Entonces, estamos bien, vida. Dijeran por ahí…

Este domingo 27 de marzo “En qué piensan los gusanos cuando tienen hambre” tendrá su primera presentación en Mazatlán como parte de las actividades de la FeliUAS 2022.
Close Bitnami banner
Bitnami