Pocos días después del estreno de “Caneros” entrevisté a su autor, el dramaturgo y director Ramón Gómez Polo. Recién comenzábamos la plática cuando recibió una llamada de Enrique Singer, director de la Compañía Nacional de Teatro. Por atención a mí, el maestro Ramón Gómez no atendió la llamada ya que seguramente la conversación se extendería debido a que estaban comenzando a ver una posibilidad que ya es un hecho: del 24 al 27 de junio, “Caneros” tendrá una serie de presentaciones en la Sala “Héctor Mendoza” de la Compañía Nacional de Teatro.
“Enrique Singer está muy contento porque los maestros Luis Rábago y José Carlos Rodríguez le hablaron y le dijeron que la obra estaba increíble y que están contentísimos. Marcela, la esposa de Luis Rábago, es una coreografía de muy buen nivel, vino a los ensayos y a las funciones y siendo ella artista escénica me dijo: ‘Es que el trabajo está limpiecito, redondito. Te quedó muy bonito, muchas felicidades’. A parte, a Enrique Singer le mandé, mañosamente, los aplausos del final, que fue una ovación”, comenta el maestro Gómez Polo antes de iniciar la plática.
¿Cuál es el origen de “Caneros”, Polo?
“Hace tres o cuatro años, puede ser más tiempo, di unos talleres en las Islas Marías, los di en diferentes módulos y surgió un grupo, al que curiosamente le pusieron ‘Iguana Roja’ (el mismo nombre de la compañía del Instituto de Cultura de Mazatlán y que encabeza Gómez Polo) y allí empecé a escuchar sus historias, las contaban entre ellos a manera de broma, a manera de carrilla, y empecé a comprender por qué estaban allí, a ver cómo se reían de sus propias desgracias y de repente al enterarme de las cosas que hicieron, pensé: si yo le contara esto a alguien, ¿cómo se imaginaría que es físicamente una persona que ha hecho esto? ¿Cómo pensaría que son ellos? Estos son seres humanos que te encuentras en la calle, en una banca, platicando, riéndose, ¿me explico? Y allí empecé a ver que ellos tenían actividades, no sólo el teatro, para tener en paz su mente y para huir de sus demonios; para huir de esa culpa y liberarse. Entonces mi primera intención fue hacer una investigación sobre cómo estos seres humanos que están privados de su libertad buscan ese desahogo a través de las artes y de repente pensé: ¿habrá una posibilidad de transformación en ellos a través del arte? Esto empezó a rondar mi cabeza y comencé con mi investigación, al principio de una manera muy ligera y superficial si tú quieres, porque no soy un gran investigador, ni psicólogo ni nada, pero allí se fue generando mi interés, a partir de que quise que otros experimentaran la dualidad de mi experiencia. Me decía:

– Pobres, están encerrados.
-Sí, pero es porque se lo merecen, están pagando.
-Pero tienen el derecho a otra oportunidad.
Por un lado, empecé a sentir empatía por esas personas, a tenerles cariño y les tengo cariño a varios de ellos, en especial a José Caballero, y después recordé que a mí la violencia me ha quitado a tres amigos: dos grandes amigos y un compañero de trabajo me han sido arrebatados por la violencia. Y cuando estas personas entraban al taller y yo les hablaba de la vida y de cómo podían transformarse, pensaba, en mis adentros: ¿les daría la misma oportunidad a los asesinos de mis amigos? Ellos no me hicieron nada a mí, pero le hicieron algo a alguien, entonces, ¿realmente creo en eso, en la posibilidad de transformarse?”
¿En qué momento esta idea se convirtió en un proceso de escritura?
“Empecé a entender, gracias a ellos, a los mismos presos, que una cosa es el cambio y otra es la transformación. Ellos luchan por transformarse, es un concepto que aprendí por José Caballero, uno de los internos, y lo tomé como propio y me acuerdo que un día le dije a José: ‘voy a escribir una historia sobre ustedes’. Él en ese momento no entendió la magnitud de lo que esto podía ser y empezaron a contarme sus historias, yo empecé a escribir, pero lo hice pidiéndole ayuda al dramaturgo Manolo Díaz, le conté mi experiencia con ‘Ajedrez’, la primera obra que escribí en 2014, en un taller con Carlos Iván Córdova, y le dije a Manolo que quería seguir escribiendo pero que estaba muy verde todavía, y no me sentía seguro. El año pasado, como parte de las actividades de la Escuela de Teatro, lanzamos un curso de dramaturgia abierto a todo el público, lo tomé y allí escribí ‘Caneros’. Tenía la pura idea, no sabía cómo la iba a contar y ya en el curso Manolo nos dejaba ejercicios y cada que le mostraba una escena me decía: ‘Es que usted ya escribe teatro, maestro, ya su lenguaje es de teatro, no encuentro qué corregirle. Le puedo dar un consejo, pero ya sería de dramaturgo a dramaturgo, no de maestro a alumno porque su lenguaje ya es así’. Creo que se debe a todos los años que he leído y dirigido teatro. Pero de todos modos si no me hubiera dado él la palmada hubiera tardado más”.
¿Cómo se da la participación de la Compañía Nacional de Teatro?
“Al termino del curso, Manolo y otras personas me comentaban que el texto era un buen trabajo. Lo envío a la Compañía Nacional de Teatro, me responde Enrique Singer y me cita para platicar en Ciudad de México. Ya en la cita me dice que ‘Caneros’ puede realizarse a través del programa ‘En compañía de la Compañía’ y que si tenía en mente a algún actor. Yo le comenté que me encantaría invitar al maestro Luis Rábago y me comparte que él es actor de número, ellos tienen la posibilidad de elegir proyectos en los que desean participar, y lo tenía que consultar. Al maestro Rábago le interesa el proyecto y Singer me dice que José Carlos Rodríguez también está interesado, ¿que si nos sirve para el proyecto? (Risas)… le respondí: ‘maestro, ¿Le servimos nosotros?’”.
¿Qué genera todo esto, Polo: que algo que va naciendo de repente crezca de esta manera y reciba esta clase de apoyos de figuras e instituciones tan importantes?
“Te da seguridad. Ya estoy grande como para que la vanidad y el ego me dominen, claro que alimenta mi ego, sí. Claro que pega en mi vanidad, sí, pero ya estoy grande como para que me tumben. Sobre todo te da seguridad. José Carlos Rodríguez me dijo: ‘tú no te has dado cuenta de que escribiste una joya, escribiste una joyita porque le da al actor la posibilidad de escudriñar al personaje, el texto va más allá de lo que escribiste’. Y me empezó a dar todo un análisis de mi obra. Incluso el maestro Rábago me dijo: ‘Nos estás dando un texto muy bueno. Hablas de cosas tan terribles, tan profundas, de una manera tan sencilla y ligera que va a hacer que el público se ría y al mismo tiempo reflexione. Lo van a entender, esa es la maestría de este guion’”.
Háblame sobre eso, ¿cómo construiste, formalmente, “Caneros”? ¿Cómo desarrollaste el texto?
“No sé. Es la respuesta más honesta que puedo darte. Escribí sobre lo que sé, sobre lo que entiendo, sobre lo que conozco, sobre lo que vi, sobre lo que viví, sobre lo que me mueve y cómo a mí me gustaría verlo planteado en escena. Si me preguntas cómo lo hice técnicamente, no te sabría decir. Escribí lo que yo iba entendiendo y cómo me imaginaba la escena, estaría siendo muy fanfarrón si hablo de técnicas y estructuras. Si podemos hablar de eso sería porque Manolo Díaz estuvo ahí asesorándome, fue gracias a la asesoría técnica de Manolo. Para ser sincero no me considero dramaturgo, he escrito dos obras en toda mi vida, quiero seguir escribiendo, porque creo que tengo ya un entendimiento propio de cómo escribir una obra de teatro, pero no podría hablar de una técnica”.
Me habías comentado que el proceso de esta mesa de trabajo fue muy particular. Se dio de forma virtual pero, desde un principio, tanto con los actores de la Compañía como con los jóvenes de “Iguana Roja” todo surgió con mucha naturalidad.
“Con ellos siempre fue maravilloso, un proceso enriquecedor de comunicación y acuerdos. Todo fluyó de manera natural, de manera ligera, casi, casi mágica. Creo que todos entendieron la propuesta y la hicieron suya. Tanto los actores de la compañía como los ‘Iguanas’ (Alejandro Careaga, José Manzanillas y Josar). En el caso de Alejandro y José, alumnos del tercer año de la Carrera Técnica en arte teatral, jamás se achicaron y creo que es parte del trabajo que propuse para este proyecto: no soy de esos directores que tienen una idea matemática y exacta de lo que quieren y la impongo, no. Lo podría hacer, pero no es algo que a mí me interese. De principio de cuentas yo lo que hago es escuchar a los actores cómo leen el texto y luego empiezo a analizar o a preguntarme, ¿qué es lo que ellos entienden? En base a eso comienzo a encontrar coincidencias o diferencias en lo que yo entiendo y empiezo a trabajar sobre eso: a negociar, a querer traerlos hacia lo que yo quiero, aunque muchas veces la propuesta del actor es quizá más interesante que la conclusión a la que tú llegaste y yo sí estoy muy abierto a escuchar. Cuando hay una idea que quiero plasmar negocio con ellos, pero que no sea una imposición. Pero como te digo, los actores llegan a conclusiones que tú no llegaste y dices ¡me quedo con la tuya! Y eso también es parte de dirigir: es tu dirección porque es tu decisión, y mi decisión de trabajar bajo esa estructura se da a partir de que yo soy actor y tengo necesidades y a veces trabajas con directores que te dan ideas muy exactas y tú sientes otras necesidades y no te dan oportunidad de expresarlas. Yo desde un principio les digo: ¿cómo lo sientes tú? ¿Qué sientes tú? ¿Te sientes cómodo? Y eso hace que el proyecto se vuelva parte de ellos y así surge la magia, se dan la oportunidad de proponer”.

En ese momento, Ramón Gómez Polo recibe una serie de imágenes por WhatsApp y me las comparte: son del montaje de “Caneros” en el Centro de Reinserción Social de Mazatlán. Ese grupo de internos fueron los primeros en conocer la obra que, días antes de su estreno en el Teatro Ángela Peralta, fue montada para el director y para los actores en una modestísima representación en el interior del penal.
¿Cómo te sientes, Polo?
“Increíble, increíble… porque sí creo en la transformación. Aunque esa transformación se pondrá a prueba cuando estén en libertad, antes no. Como dice José Caballero: ‘con uno que entienda’, porque a él lo han criticado porque se desvive por el taller, está preso y no tiene ningún beneficio para él, ninguno, para otros sí lo hay, por estar en el taller les dan un certificado. Para él no, porque su condena no le permite tener beneficios y le han dicho: ¿por qué te esfuerzas tanto? A lo que él contesta: ‘con uno que entienda, con uno…’. Es muy satisfactorio. En él me basé para hacer el personaje de ‘Daniel’, interpretado por José Carlos Rodríguez”.
Finalmente, ¿Qué sigue para “Caneros” y para ti?
“Vamos a ver si se concretan las presentaciones en el foro de la Compañía Nacional de Teatro. Hay varias cosas sobre las que quiero escribir, dos de ellas están ligadas a ‘Caneros’. Y en el caso de ‘Iguana Roja’ creo que debemos empezar a generar, como agrupación, más trabajos propios. ‘Ajedrez’ funcionó en su momento, ‘Caneros’ es algo más elaborado y creo que podemos seguir en esa línea. Manolo Díaz es dramaturgo, ya ha hecho cosas originales, no como miembro de ‘Iguana Roja’, pero creo que eso es lo de menos. Lo que importa es que en Mazatlán surjan grupos. Josar está ahí con su grupo, ‘Río a trote’, con una propuesta distinta. Lo mismo sucede con Manolo, y la cosa es que se genere más movimiento y que empecemos a abogar por un nivel cada vez más riguroso”.
Hace algunos días, el maestro Gómez Polo me compartió que el Instituto de Cultura de Mazatlán ha cubierto toda la producción y los viáticos del grupo para sus presentaciones en la Ciudad de México. Eso me llevó a recordar otras obras de calidad producidas en el puerto y no me cabe duda de que el teatro mazatleco está allí, creciendo, esperando más y mejores oportunidades.
Por ahora, cuando “Caneros” se alista para su temporada en la Sala “Héctor Mendoza” es momento de celebrar esta propuesta que nació en las Islas Marías con dos sueños: el de un hombre que, desde una celda, se reconoce libre gracias al teatro; y el de otro hombre que tomó aquel sueño, lo escribió y le da vida, liberándolo, en los escenarios.